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Ìyàmí

Iyami Oshoronga (gran madre bruja), Eleye(dueña de los pajaros), Iyami (madre mia), Aje, son los nombres con que se conoce a esta entidad, que en realidad son varias deidades agrupadas bajo un mismo termino

Akoses incluidos con Ìyàmí

La presentación de estos Akóse es en Etú (polvo) y son especiales para uso con el Icono ya que fueron preparados orientándose al trabajo especial con Ìyàmí, tenemos también los mismos en el listado de Akóses y Ogús los cuales incluyen Ikóbere ya que fueron desarrollados con un propósito más personalizado.

Akoses no incluidos con Ìyàmí,

La presentación de estos Akóse es la misma en el listado de Akóses y Ogús los cuales incluyen Ikóbere ya que fueron desarrollados con un propósito más personalizado.

Iyami Oshoronga (gran madre bruja), Eleye(dueña de los pajaros), Iyami (madre mia), Aje, son los nombres con que se conoce a esta entidad, que en realidad son varias deidades agrupadas bajo un mismo termino. Ella es la encargada de establecer el control y el equilibrio de la naturaleza estableciendo la armonía y el orden de toda la creación, valiéndose para ello de los llamados osobu o ayeo, iku(muerte), arun(enfermedad), ofo(perdida), eyo(tragedia), etc y contando siempre con la ayuda de Eshu. Es amante del aceite de palma, del polvo de osun con el cual se pinta, del eje y de los iñales, los eyin, dueña de todos los pájaros que son sus hijos y hechiceros, es sorda y ciega lo que justifica su falta de misericordia y su actitud eternamente agresiva y desafiante y al igual que en el caso de Esu, no se obtiene nada de ellas si no se le ofrecen sacrificios, los cuales son hechos bajo rituales rigurosos y dirigidos por los Babalawos.

En sus sacrificios que son realizados bajo la noche, siempre se utiliza la luz de las lámparas de aceite o velas para que vean el ofrecimiento y el toque de campanas de bronce o hierro para que escuchen la petición y conceda su misericordia y perdón, tornándose en este caso en la su otra fase de bondad y amor. Se dice que para ejecutar sus funciones se transforman en pájaros y van a los mas recónditos lugares para hacerlo. 

Una leyenda de Osa Meji refiere que cuando todas las criaturas y deidades hicieron su descenso a la tierra, Iyami no pudo hacerlo pues estaba completamente desnuda. Pidió ayuda a todos, pero nadie la escuchaba, hasta que vio a Orunmila y conociendo su carácter benevolente pidiéndole que la ayudara a bajar. Orunmila le pregunto: Y como bajaras asi desnuda? Ella le respondió, será fácil, pues si me lo permites entrare a tu interior y nadie me vera. Orunmila accedió y cuando llegaron a tierra firme, Orunmila le pidió que saliera, pero ella se negó a salir. Orunmila le dijo: Ah, te moriras de hambre y ella le contesto, pues sabes que? No pues te comeré por dentro. Orunmila asustado se hizo adivinación y viéndose este odu, hizo los sacrificios necesarios y le hizo el ofrecimiento a iyami para que saliera y esta al sentir el olor del sacrificio salió y mientras entretenida comía, Orunmila echo a correr escapando del lugar, quedando entonces establecido el poder de Iyami en la tierra. 

Tiempo después de su descenso Iyami se subdividió y lo primero que hicieron fue ir a tomar del agua de los siete sagrados rios que se unían en ife y ellos eran: Majomajo, Oleyo, Iyewa, Oserere, Ogun, Ibo, y Ogbere, despues de esto se alojaron en una foresta escogiendo los arboles que serian sus igbo y que serivirian unos para el bien(ire) y otros para el ma l(ibi) y estos fueron: orogbo (ire), iroko (ibi), arere (ibi), oshe(ire), obobo(ire), iya(ibi) y asurin (ire ati ibi). 

La virtud de poder traer hijos al mundo que tienen las mujeres, ese hecho casi mágico, maravilloso que las acerca a lo divino, es y fue también motivo de temor en muchos pueblos antiguos, algo que antaño era inexplicable, por lo cual las mujeres siempre fueron vistas como poseedoras de cierto poder especial. 

Se habla de la famosa “intuición femenina”, pero más que nada, en todas las culturas hay una tendencia a transformarla en “bruja”, en el sentido de creer que tiene poderes innatos para comunicarse con fuerzas más allá del alcance del entendimiento del hombre. El mito de la “bruja” que vuela en la escoba acompañada por pájaros macabros es casi mundial, con pequeñas diferencias según el lugar del mundo del cual hablemos. 

También se relaciona la fecundidad con la misteriosa sangre menstrual, que es la marca que pauta la conversión de la niña en una mujer, de ahí en más será considerada también una  “iyami”, aquella que en cualquier momento dejará de tener la regla, hinchándosele el vientre, revelando que tenía en su interior la “calabaza de la existencia”, el camino por el cual todos vienen desde Orun para Aiye. Más para confirmar dicha transformación en “mujer”, se llevan a cabo los “ritos de pasaje” en los que las niñas-mujeres estarán aisladas durante varios días, alimentadas y vestidas de un modo especial, donde conocerán todos los secretos relacionados con las mujeres, los que serán debidamente impartidos por las ancianas de su comunidad. Los ritos asegurarán entre otras cosas que sea poseedora de una “calabaza” fértil y la alineación de su lado espiritual femenino con su cuerpo, convirtiéndola en una mujer en todo sentido. Hay al final una presentación en público de las chicas que dejaron atrás la etapa de la niñez, para que los hombres les tengan en cuenta al momento de querer escoger una esposa. 

La palabra Iyami  por sí sola, en realidad no identifica a la mujer con el lado oscuro de su poder, muy por el contrario es un modo de exaltar y homenajear su capacidad de engendrar apelando a su lado protector maternal, pues significa: “Mi madre”. Esta forma de referirse a cualquier mujer expresa un sentido de reverencia a aquella que sirve de puente entre los antepasados y los vivos, así como también refleja su importante papel maternal. De ese modo todas las divinidades femeninas son llamadas también Iyami, más no en el sentido de “brujas” sino por tratarse de un homenaje verbal  a las grandes Madres Espirituales. En tanto la mujer sea fértil (al menos en teoría por tener la regla), no se le considera apta para encargarse de ciertos aspectos importantes dentro de las religiones africanistas, por muchos motivos, los principales no pueden revelarse aquí por tratarse de un conocimiento que sólo deben poseer sacerdotes que han adquirido cierto status en la comunidad. Más algunas razones prácticas tienen que ver con la atención constante que requiere el culto y una mujer no puede dedicarse por entero al mismo en tanto siga teniendo la regla,  pues debe abstenerse del contacto con las deidades durante ese período y en el caso que quedara embarazada, durante los últimos meses, el parto y la posterior cuarentena (sin contar que luego por varios meses toda su  atención debe ser para el bebé). 

Cuando se habla de “Iyami Òsòròngá” cambia bastante el concepto antes expuesto, pues se refiere al mito sobre el poder femenino asociado a las aves a partir de ciertas especies que han atrapado la mente del hombre por su rareza o comportamientos macabros. Aunque tampoco aislado de las mujeres o los Òrìsà, el mito Ìyámi Òsòròngá se relaciona con éstas por sus estómagos, más precisamente con su útero, al cual siempre nos referimos como “igbá-ìwà” (la calabaza de la existencia). Se trata de la comparación metafórica entre un huevo fecundado y la barriga de la mujer embarazada, de allí proviene decir que la mujer tiene el “poder del pájaro encerrado en la calabaza”. En el útero de la mujer no se ve a simple vista al bebé, pero sí se sienten sus movimientos, en tanto que en el huevo (de una gallina por ejemplo) no se aprecia el movimiento, pero se puede ver a tras luz al pichón, en ambos casos se puede palpar la fecundidad y el sorprendente poder “mágico” que esto implica.

El mito Ìyámi Òsòròngá entonces, no es el culto a las mujeres brujas ni a las aves macabras, sino que es la asociación mágica y metafórica entre el poder femenino de la fecundación y el poder místico de algunas aves nocturnas (principalmente) que sumado a ciertos temores y sentimientos negativos de los seres humanos crea en el espacio etéreo los Espíritus colectivos (egrégoras) de las  Eléye (dueños de las aves) o Ìyámi Àjé (Mi madre hechicera) o Ìyámi Òsòròngá, todas éstas denominaciones que aluden a lo mismo. Estos espíritus son impersonales, nunca tuvieron cuerpo humano ni lo tendrán, forman parte del hombre y la naturaleza al mismo tiempo, especie de “parásitos” que aparecen junto con el hombre en el mundo a causa de su existencia, no tienen consciencia, son alimentados por la ideas malignas y los temores, por eso se tornan considerablemente peligrosos en el plano astral. Pueden tener sexo masculino o femenino y siempre vienen en pareja, representando el equilibrio, la dualidad existente en todos los planos, incluso en el de nuestros propios temores más oscuros. 

Cuando hay una influencia negativa por parte de los  Eléye masculinos se dice que son los Òsó (brujos) quienes están trabajando en contra de la persona, aunque nunca hay un culpable externo responsable de estos ataques, pues en verdad siempre es la propia persona la que se gana “el castigo” a través de su comportamiento. Las  Eléye son ejecutoras de la ley en un sentido inverso, es decir, buscar el bien a partir del mal. 

Toda persona que tenga cierta malignidad hacia los demás está alimentando estas fuerzas y al mismo tiempo atrayendo el mal peligrosamente, lo que a la larga hace que la propia energía negativa de la persona se convierta en su propio juez, Ìyámi Òsòròngá  posará sus patas encima de su cabeza. No hay ningún ebo capaz de vencer el trabajo de estos Espíritus, lo único que se puede a lo sumo es apaciguarles y eso es porque “viven” en nuestras entrañas, en estado latente. Su función se torna importante, pues a pesar de ser “enemigas” de las personas tienden a regular el comportamiento en el ser humano a través de sus miedos. Quien desee que Ìyámi Òsòròngá no se torne un obstáculo en su vida debe refrenar los sentimientos de envidia, celos, rencor, así como cualquier pensamiento negativo hacia sus semejantes. 

Se cree que las Ìyámi se reúnen en asamblea en una mesa presidida por Èsù Ebítá, que allí se conspiraría y especularía sobre las maldades a realizar enviando a los ajógun buburú luego de saber quiénes hicieron o no los ebo marcados por Òrúnmìlà a través de Ifá, de este modo sirven de reguladores del comportamiento frente a las deudas generadas ante las deidades, a causa de haber roto el equilibrio existente en de alguna manera, ya sea en una vida anterior o en la presente. 

A Ìyámi Òsòròngá le pertenece toda sangre derramada en la tierra y también son quienes controlan la sangre menstrual, la que cuando aparece revela la presencia cercana de estas criaturas, lo que explicaría los dolores típicos y el comportamiento histérico que suele tener las mujeres en esa etapa. Esto también es otra razón por la cual en los sacrificios para Òrìsà la sangre no debe tocar la tierra – existiendo un método ritual que evita eso –  y porqué la mujeres con su regla deben mantenerse apartadas del culto. De suceder cualquiera de las dos cosas o ambas, sería un tabú y la ceremonia estaría quebrada, debiendo consultar al oráculo por alguna solución.

A las Ìyámi Àjé se las identifica en la naturaleza con determinadas aves en las que se transformarían, siendo 9 (nueve) las principales:

Se acostumbra darles preferentemente vísceras, pues se considera que son su comida favorita, las que se preparan siempre luego de cualquier sacrificio para los Òrìsà de un modo especial y son presentadas en platos de barro forrados con ewé-lara. Dicho ebo para Ìyámi se denomina Ìyàlá, que significa “que el mal desaparezca”.  

Se les ofrece también, durante cualquier sacrificio, un ekó que sirve para protección, pues las calma cuando es despejado en la tierra, éste representa el poder femenino, pues entre otros ingredientes lleva: plumas – simbolizan muchos hijos y protección, sangre – representa la menstruación y la vida. Se presume que la palabra Àjé utilizada como “bruja” proviene de la contracción de “Ìyá jé ” (la madre que come) aludiendo a su voraz apetito, siempre atraída por el olor a sangre y vísceras ella puede venir bajo la forma de mosca, pájaro, mono o incluso otros animales.

Animales en los que se transforman a voluntad: Buitre, Murciélago, Gato negro,, Vaca negra o buey, Cobra, Lechuza.

Ofrendas para ellas:

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